Alguna poesías del libro

La mujer de origen celta

La mujer de origen celta simboliza el complemento de la dulzura y la épica; de los versos soñadores; de los cantos sin canciones; de realidades sin treguas.

Sus infranqueables valores le permitieron burlar los fines inquisidores que ahogan la libertad. Esos yugos opresores que desvanecen los sueños, atormentando sus cantos, secuestrando la verdad.

Sin empuñar las antorchas del total protagonismo, ha logrado iluminar las estelas del destino. Ha plasmado su cantar en la angustia del camino. Ha pintado de azahar el lienzo del triste otoño con su aura floreciente, con las primaveras de sus ojos. De esos ojos profundos y románticos como el intenso mar Cantábrico en las mágicas tardes de verano, cuando las nubes levantan el vuelo y en su espejo coquetean las luminosas realidades del cielo. Como los ojos de mi gente; como los ojos de mis sueños; como los ojos de mi ilusión; como los ojos de mis recuerdos.

Así es la mujer céltica: un ser inconmensurable de alma tan pura y bella como el claro manantial donde la luna se hospeda, donde cantan los luceros, donde la aurora despierta, donde sueñan los romeros, donde las hadas cortejan.

Así es, en realidad, no solo la mujer celta, sino todas las mujeres cuando lo son de verdad, porque ellas simbolizan el emblema del amor, de la sensibilidad. El motor que mueve el mundo. Su más bella realidad.

Menalva Cogollu

 

 

 

 

 

 

Asturias y su tonada

Asturias, tierra querida, Asturias tierra soñada. En ti todo inspira música: tu mar, tus valles, tus montañas. Todo se torna en cantar porque en este afín lugar, cantan los ríos acunándose entre los montes. Canta con sus suspiros el mar. Canta el misterioso bosque, canta la luna con su dulce mirar.

Canta la lluvia con los suaves acordes del orbayu, barnizando el verde de los valles, ensalzando con millones de brillantes sus seductores encantos.

Cantan los rayos del sol con su son primaveral, hasta en las oscuras noches de nostálgico pesar.

Cantan las xanas, cantan los dioses, canta el amor, canta la amistad. Canta, sobre todo, el alma, y hasta los sueños más tristes se impregnan de este bello cantar, de estos sones de esperanza que inspiraron toda la magia de la tonada asturiana.

Un canto libre y cercano, profundo y romántico como el indomable pueblo asturiano. Como el inquieto mar Cantábrico que de forma pertinaz se bate contra las rocas, como queriendo al final encontrar su libertad.

Como sus inmensos montes que se elevan hacia el cielo, como en un supremo intento de alcanzar el más allá.

Como los verdes valles de esta tierra, como sus ricos manjares. Como su inigualable primavera. Como los sentimentales lamentos de la gaita al despertar la alborada para vestirla de fiesta, así es nuestra tonada.

Una profunda expresión de pureza y de pasión como el alma de sus gentes. Como el marginado pastor que, a merced de la intemperie, da a su rebaño calor en las hostiles cañadas que pintan de verde y plata la cordillera cantábrica.

Como los vaqueros de alzada que fueron tan marginados por sufrir la trashumancia.

Como el valiente minero que desafía a su vida sumergida en las entrañas de las profundas minas asturianas.

Como los solitarios marineros que se adentran en el océano, sin saber a ciencia cierta si regresaran de nuevo.

Como el sentir de este pueblo, así es nuestra tonada. Tan pura, tan grandiosa cual si fuese bendecida por la Santina de Covadonga. Esa virgen milagrosa que iluminó a Don Pelayo, logrando la reconquista que ansiaba el pueblo cristiano.

La tonada es céltica, es ibérica, es hispánica. Es como la histórica tierra asturiana que lucha por su cultura sin renegar de la patria; porque Asturias es la madre; Asturias es España.

La tonada es viva, la tonada es romántica como el fuerte sentimiento que deja su bella tierra al tener que abandonarla. Como la necesidad de volver a contemplarla, de empaparse de sus gentes, de su mar, de sus montañas. De regresar al hogar que alimenta nuestra infancia y cuando llegue el final descansar en su morada.

Canto de amor y nostalgia, la tonada es sentimiento, es añoranza, es realidad y es misterio; es un rezo de esperanza. Es el recuerdo viviente de la Asturias transmontana y la Asturias cismontana.

Su soporte es tan austero y tan ricos los tesoros que esconde en su fuero interno que puede llevar a engaño si no se entienden sus credos.

Su diminuto cartel puede disfrazar su porte como las espesas nieblas cuando caen sobre el monte, oscureciendo sus sendas, ocultando su horizonte, escondiendo que tras ellas aguarda esta bella tierra, los pintorescos paisajes, los sueños, las ilusiones.

Demostración ejemplar de historia, arte y pureza, de tradición oral de la península ibérica, de la riqueza real de la cultura asturcelta. La tonada es muchas cosas que debemos conservar.

Es el corazón de Asturias, sus señas de identidad. Son sus acuerdos vivientes, su tesoro musical. El orgullo de su arte. Son sus sones, su verdad.

Menalva Cogullu

 

El belcantismo

Al límite de lo milagroso y lo imposible, de los celestes sueños anhelados, de los sublimes encantos que surcan los místicos espacios del alma, se inserta el arte del belcanto, una expresión en la que lo humano explora los inaccesibles horizontes de sí mismo y lo divino certifica su divinidad.  Donde la ficción da sentido a los sueños, despertando aquellos sentimientos truncados, engalanando los espacios donde desnuda su timidez la verdad, donde recobra su grandiosidad el espíritu.

Padre de los cantos que encienden la aurora floreciente, como los del gran Giuseppe Verdi, el belcantismo vistió de gala a la ópera, una figura grandiosa de sensaciones extremas. De emociones que se hospedan en las habitables moradas de los corazones inquietos.

Haendel, Bellini, Rossini y Donizetti fueron algunos de sus creadores. Los inminentes pintores que iluminaron con su magia las espesas penumbras del sendero. Que plasmaron en sus lienzos la belleza y los dramas de la vida. Los diversos sentimientos que apagan o iluminan su horizonte, como los grandes amores que simbolizan su historia.

Farinelli, Rubini, Gayarre o Malibrán fueron algunos de los genios que lograron inmortalizar su legado. Que dieron vida a sus credos, esculpiendo en el recuerdo el inmenso fulgor de su arte. De ese arte soñador que dignifica el pasado. Que nos trasporta a otros tiempos en los que su magisterio contrastaba con los hechos que denigran nuestra especie.

En estos lánguidos tiempos de revivencias ingentes, aún florecen esas voces envueltas en lunas trasparentes como la de Plácido Domingo. Esas misteriosas voces que cantan y encantan. Que seducen y enamoran, abriendo los corazones con la llama de su arte.

 Aún regresan con vigor esos perennes cantos operísticos, manteniendo erguida tanto tiempo la sólida estructura de la lírica. Iluminando la noche intranquila con sus intermitentes parpadeos.

 A pesar de los nubarrones que envuelven el horizonte, su estrella es tan reluciente y su aura tan inmensa que seguirá sonriendo, mientras que los seres humanos continúen siendo eso: un alma que piense, una mente que llore, una conciencia latente, un ser humano.

Menalva Cogollu

 

El romanticismo

Elromanticismo es un sentimiento sublime que anida en el corazón como la más fértil caricia; como el más sentido amor; como lágrima encendida; como el dramático adiós.

Elromanticismo es una emoción de la mente; el pensamiento del alma; ese sueño trasparente que del espíritu emana; esa riqueza latente de los que no tienen nada; ese dolor persistente que infunde la maldad humana.

El romanticismo es un mágico atardecer cuando la luna te espera; cuando las flores más tristes cantan a la primaver; cuando por primera vez el amor llama a tu puerta; cuando la vida se viste de sueños de adolescencia.

El romanticismo es un lánguido amanecer cuando la noche despierta; cuando los sueños se duermen y la esperanza se ausenta; cuando llora el corazón; cuando el alma se atormenta; cuando el tren de la ilusión encoge sus alas muertas.

El romanticismo es una manera de ser; de sentir; de soñar. Una forma de romper con todo lo material. Dar todo a cambio de nada. Morir por un ideal; por un amor imposible; por lo que implica verdad.

El romanticismo es amar.

Menalva Cogollu